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domingo, 13 de enero de 2013
Los hijos se han dormido.
Estar en casa, ya convencido de no volver a salir y de seguir disfrutando de la tranquilidad del hogar, y que suene el teléfono y un amigo te diga que te espera en veinte minutos en la puerta de un teatro con una entrada para ti, no es algo a lo que yo sea capaz de resistirme, por mas improvisado que pueda ser. Así que me visto, cojo un taxi, y me presento incluso con tiempo de sobra en la cita.
Así son mis días de especiales. Cuanto más tranquilos parece que van a ser, mas me pueden llegar a sorprender.
Esto me pasó el jueves, nuevamente la sorpresa vino de la mano de uno de esos amigos que no son parte de tu día a día, pero a los que te une un aprecio especial, y recíproco. Albert Lladó.
Hace meses se acordó de mi para algo parecido, y viví la gran experiencia de conocer al fin El Molino, y disfrutar de unos tangos a guitarra y bandoneón que me emocionaron muchísimo.
Esta vez la propuesta, casualmente, volvía a tener relación con Argentina. La obra para la que tenía una invitación, era ni más ni menos que “Los hijos se han dormido”, versión del gran director teatral argentino Daniel Veronese, de la obra de Anton Txejov “La gaviota”.
Yo había estado leyendo en el periódico que se representaba en Barcelona solo durante este finde semana, y había renunciado a verla, a pesar de las ganas, porque la economía no da para tanto... Y mira por donde la indisposición de la novia de Albert, (a la que mando un beso y deseo lo mejor, incluido que de vez en cuando se indisponga, siempre que no sea de gravedad... je je je) me brindó la oportunidad de verla gratis.
Mi referencia de dirección teatral argentina era muy alta. Ni mas ni menos que Claudio Tolcachir, con “La omisión de la familia Coleman”, y me esperaba algo igual de espectacular. No fue así, tal vez porque en esta ocasión el reparto era español, con gente, casi toda, bastante conocida por series de televisión como “Aquí no hay quien viva”, “Fenómenos”, “Cuéntame”, “Motivos personales”... un elenco muy televisivo, tal vez para captar público (misión conseguida porque el teatro esta casi lleno) que a decir verdad me sorprendió para bien. Especialmente Pablo Rivero, de “Cuéntame”, que me parece, es la interpretación mejor lograda.
La obra, un sinfín de enredos, de infelicidades, de reflexiones sobre el arte y la vida, y de amores no correspondidos y frustraciones, representada con una muy sencilla puesta en escena, está muy bien lograda. Hay una frase de uno de los protagonistas que resume muy bien el tema: "Soy el hombre que quiso y no pudo".
Mi amigo la vió para hacer la crítica que publicó al día siguiente aqui: La Vanguardia.com.
Tras la obra, regresamos hacia nuestras casas andando, con intención de regalarnos unos vinos de camino. Y la casualidad nuevamente llamó a mi puerta, para que acabáramos cenando estupendamente en un gran restaurante de una conocida, que nos recibió encantada y nos trató de maravilla. Maria, en su restaurante “El Rebost de la María”, restaurante de buena cocina, y mejor servicio, con muchos años de trayectoria. En estos tiempos de apuros económicos ofrece un menú que consta de cinco exquisitas tapas, mas un plato y bebida, por tan solo 20 euros. Muy recomendable.
!Gracias por tus improvisadas invitaciones Albert!
lunes, 22 de marzo de 2010
Una de cal y una de Arena...

Es triste, pero es así... una de cal y otra de arena.
Tras disfrutar de una obra que me pareció espectacular, como "La función por hacer", me quise introducir en el teatro "serio", "para cultos", y me arriesgué -bien acompañado, eso sí- a ir al Lliure a ver una obra de Josep María Flotats: "El encuentro de Descartes con Pascal joven ".
Yo sabía que no iba a divertirme demasiado... pero me motivaba lo de tener que darle al coco con una conversación entre dos personalidades tan importantes de la cultura de hace cinco o seis siglos. Uno filósofo, y el otro matemático... el asunto prometía ser cuando menos espeso.
Y me aburrí como una ostra! Tal vez influyera la distancia desde mi butaca al escenario -decididamente, el teatro sino es para verlo desde las primeras filas mejor no verlo- e hiciera que no conectara con los personajes. Tal vez fuera que su conversación me pareció mas ligera que espesa, pues uno defendía su derecho a descansar, y pensar mientras descansaba, y el otro lo llevaban los demonios antes tanta pasividad, y vivía obsesionado con las creencias religiosas.
Suerte que tuve una pesada delante mío que no paró de mirar el móvil en toda la función, sobresaltándome con la luz cada vez que lo abría. Y que casi al final de la obra se generó cierto alboroto en la platea, que no se sabía bien a qué se debía, y resultó ser que a alguien le dio una lipotimia, cosa por otra parte nada extraña dada la elevada temperatura de la sala...
Vamos, que fue toda una experiencia el encuentro de los dos susodichos, acontecido allá por el año 1647. Espero que la conversación real de los dos, hubiera sido cuando menos algo más profunda que la "recreada" por el autor de ésta obra.
Eso sí, la grata compañía, la charla y las empanadillas -no de Móstoles- en el bareto de la esquina Urgell-Floridablanca, arreglaron el mal sabor de boca.
Un beso Sue.
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